domingo, 14 de agosto de 2016

La anatomía del alma

   No duele tanto lastimarse la piel como dejar de querer; lo primero sana siempre pronto. Querer implica dar todo lo que uno es, mostrarse de forma abierta y deliberada a quien o quienes creímos merecían nuestra confianza, ser, en definitiva, lo que somos; ahí radica el error. ¿Quién nos puede asegurar ser queridos de igual modo?, ¿en qué libro se aprende de estas cosas del amor?; si no hay escritos debemos pensar seriamente en escribir algo sobre tales asuntos para que otros no repitan nuestros errores, algo así como el “decálogo de las heridas del alma” o “recetas contra el apendejamiento del corazón”. Algo así. Un resumen de vivencias que prevengan a nuestros niños sobre las heridas invisibles que todos cargamos hasta el final de nuestros días porque a otro u otros se les dio por traicionar nuestra confianza y lastimarnos sin miramiento alguno.
Un libro, o varios, que resuman los actos de víctimas y victimarios y las consecuencias que los mismos conllevan a largo plazo: miradas perdidas en atardeceres que evocan otros atardeceres; desvelos; recuerdos de bocas y besos que estaban hechos a nuestra medida, o eso creíamos; la tibieza de esa piel que llegó a quemar… Todo eso, eso y más, un libro que contenga los lamentos paridos desde ese algo que llamamos felicidad y que sólo la nombramos como a tal, la reconocemos, ya pasado el tiempo y ante otras realidades que no nos llenan ni abrigan, siquiera. Un compendio de estos asuntos que lastiman, eso se necesita, la recopilación de las más variadas historias de desamores que acabaron en suicidios emocionales y nos cambiaron a la fuerza, nos limitaron y precavieron ante nuevos amores y nos convirtieron en victimarios sin ser conscientes de estar siéndolo con alguien más, como fueron con nosotros.

Eso se necesita, el libro de la anatomía del alma…


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