sábado, 19 de diciembre de 2015

Te ruego…


  No te quiero perder, no puedo perderte, sería como dejar ir un halo de vida que me ha cubierto desde que llegaras a mí para revivirme. No te puedes ir, no voy a dejarte, si te vas me llevas, me desprendes el alma como si de un pellejo se tratara y ya nada queda más de mí que esta nada que antes fui; me desollas, me matas. Te ruego no me dejes, que no me abandones tú también, apenas si salgo de las sombras…
Sé que tienes razones para hacerlo, que las esperas ya han dejado de marcarlas los relojes y los días y las noches son muy largas y las soledades muy pesadas; lo sé, lo comprendo. Pero yo no puedo explicar el puño que me aprieta el corazón cada vez que me dices que te vas y no puedo retenerte ni siquiera con la simple palabra: de ruegos ya están hechas, de juramentos, de azar y futuro. Nada más incierto que el futuro, nada más pesado que las horas que se suman en el incansable tic-tac de un reloj que jamás para.
Si me dejas, si algún día me dejas, jamás vuelvas por mí porque lo que encontrarás entonces será solo una cáscara vacía, sin alma, sin fe; solo un cuerpo que camina.


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