viernes, 1 de agosto de 2014

Los recuerdos de la piel

   La piel no siente por sí sola, no cualquiera la eriza ni la templa, no con todos exuda sus deseos: se perfuma de sexo, se endurece y calienta predisponiéndose toda a ese encuentro. No es verdad que la quema cualquier fuego, ni que todas las llamas son recuerdos; a mí piel la encendían otros besos y ese solo recuerdo del ayer la enerva, la cansa, la enferma...Yo vivo suspirando esos ayeres, mi piel guardándolos en la memoria táctil del recuerdo.
Mi piel ya no siente por sí sola, necesita el roce de tu piel para estar viva, la caricia suave que la encienda, cubrirse con tu piel noches enteras para abrigarse de una vez, recuerdos nuevos; precisa que la beses, que la muerdas, que la presiones fuerte en ese abrazo conque marcabas las pasiones como desesperado, que la hieras y provoques, que la reclames como al aire, que la enciendas y apagues una y mil veces, eso precisa… tu calor para volverse a humedecer, para estar viva. Ella te espera, como yo, alentando esperanzas que ya vuelves, que el tiempo se detiene en ese instante y todo lo que es, desaparece: que entonces miramos esa luna inmensa ese enero otra vez, desde esa colina en que dormimos luego de querernos, cubiertos de infinitos silencios, protegidos por un cielo más que limpio y nos prometemos jamás nunca separarnos, nuevamente.


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