No sé de qué putas se trata esto de vivir pero lo hago como lo hacen todos: por costumbre. Uno se acostumbra a respirar, a comer, a hablar de cualquier cosa solo porque tiene voz y se le antoja, a leer, a mirar televisión o al cielo o a la vecina, todo por pasar el día; otro día. Le damos valor a cosas tan sencillas y banales todo el tiempo que con eso hasta parece que justificamos cada día: el antes o después de una fiesta donde comer como si llegara el fin del mundo era la consigna a superar, los primeros pasos de un bebé como si fuese Neil Armstrong en la luna, la ropa de marca que (según las propagandas) te darán status aunque no dejes de chapotear entre los soretes ni espantar las moscas de tu cara en ese barrio donde vives, el auto nuevo en la puerta de la casa de barrio que te regaló el gobierno de turno, no faltar a misa de nueve los domingos mientras a tus empleados les pagas con limosnas… Todo eso da sentido al día a día, creer que un dios ha de sorprenderte gratamente después de tantas desdichas o que conseguirás al fin la felicidad (como si fuese un objeto que se cruzan de mano en mano y ya te tocará) para vivir así hasta los últimos días antes de ir al paraíso prometido.
Yo, como no creo en ningún dios, solo serviré para alimentar gusanos hasta volverme parte de la misma tierra que va aplastarme.
Será porque no entiendo las razones de estar vivo que me hago tantas y tantas preguntas todo el día y no llego a comprender ni la mitad de ellas, que no entiendo como nadie más piensa para qué está vivo, qué misión vino a cumplir si es que la hay, con qué fin nos aferramos desesperadamente a la vida si sabemos que más tarde o más temprano todos moriremos. ¿Los animales se preguntan sobre la muerte?, ¿le temen…?; jamás he podido olvidar los ojos de esa vaca a la que le partieron un mazo en la cabeza en aquel matadero reventándole los sesos…Juro que vi miedo en ellos.
Vivir, lo que realmente creo que ha de ser vivir, es lanzarse a cada abismo aunque no sepamos lo que se guardan sus profundidades, viajar, amar hasta desgarrarte el alma cada vez, soñar imposibles hasta hacerlos posibles, bañarte de soles y de lunas, tatuarte la piel toda con caricias de otros cuerpos y al final, cuando llegues a un paso de tu tumba, sonreír como lo haría un ser inmortal, alguien a quien no le caben más historias en su vida y por eso ha decidido al fin morirse. Eso para mí ha de ser vivir.

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