viernes, 8 de agosto de 2014

Enamorarse a los cuarenta

  No es lo mismo enamorarse a los veinte años, que a los treinta o a los cuarenta, no es lo mismo. Cuando se es joven tenemos todo el mundo por delante y el amor viene arrasándonos más como un fuego en el cuerpo que como un sentimiento que sale desde el alma: somos todo pasión y celos y el otro es más una pertenencia que un ser libre; es nuestro, voluntariamente nuestro y nosotros también le pertenecemos. Es un juego de poderes sexuales que nos mantiene distraídos del mundo quemándonos los días como si fuésemos eternos, gastándonos la vida creyendo amar y apenas queriendo.
A los treinta ya se nota el cambio no solo en nuestro cuerpo sino también en nuestra forma de querer porque el tiempo no ha pasado en vano y hemos aprendido, a fuerza de prueba y error, que no debíamos buscar ningún amor desesperadamente porque aquel que nos pertenecía por designio tarde o temprano llegaría y sabríamos reconocerlo; era nuestro desde siempre solo que andábamos volados y mirábamos sin ver…Entonces el amor se siente no solo en el cuerpo y el alma conjugando pasiones y necesidad, sino que se valora como tal y el otro nos pertenece ya no por reclamarlo sino porque quiere compartir su vida con nosotros.
Pero a los cuarenta, en esa etapa donde uno ya no espera NADA de la vida en ese aspecto, cuando ha dejado de pensar en ello hace tiempo y hasta se nos hace cosa de otros…que te enamores, que realmente te enamores: es una mierda. No eres joven para tener toda una vida por delante que ofrecer al otro ni eres sabio para saber cómo desenredar este sentimiento que se aferra sin medida al alma, al pecho, y no te queda bien andar volado todo el día ni decir que sientes mariposas en el estómago porque alguien te dirá que “con un buen whisky” se mueren o te mandará a ver al médico por si acaso fuese una úlcera o cosa parecida ese “malestar”; si te desvelas es porque estás envejeciendo y si fumas mucho alguien va a molestarte porque esa porquería va a matarte. No puedes esconder la panza por más que te compres ropa nueva ni vas a sacarte esas arrugas que te muestra el espejo con maquillaje.
Pero lo peor, lo peor de enamorarte a los cuarenta, es sin duda alguna darte cuenta que todo lo que creías saber sobre los sentimientos y el amor y esas cosas del corazón…no lo sabías: no sabías absolutamente NADA; y entonces debes aprender todo de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario