domingo, 27 de julio de 2014

Crónicas Psicóticas



  Las noticias siguen mostrando cuerpos despedazados en gaza, regados por calles donde ya no anda nadie, mirando con los ojos sin brillo lo que queda de lo que alguna vez fueron sus hogares. Hablan de los pases millonarios que algunos clubes se van a arriesgar a hacer para reforzar a sus equipos de fútbol, de las merecidas vacaciones que se ha tomado el jugador estrella del momento disfrutando del sol que baña la cubierta del crucero donde navega con su familia mientras los barcos repletos de inmigrantes que pretendían una mejor vida, solamente (provenientes de África) se hunden en el Mar Mediterráneo cerca de la isla italiana Lampedusa; mientras el Papa pide que recen por sus almas dejando en manos de su dios la piedad que ni él practica.
Todos han tomado su pedazo de tierra y la defienden como si realmente fuesen a sobrevivirla...Pobres ilusos.
El culto al cuerpo se ha vuelto una moda asqueante que nadie nota que se ha convertido en algo ”normal”, como si existiera la normalidad fuera de lo que es: una simple construcción social; y la gente, la pobre gente que camina con un espejo frente a sí creyendo que las cremas y cirugías plásticas detendrán al tiempo en algún punto, que dejarán de envejecer…serán la noticia del suicidio diario cuando el espejo al fin refleje lo inevitable y dejen de ver lo que quieren ver y solo vean lo que todos vemos.
Las niñas ya no quieren casarse con un príncipe azul porque no solo es aburrido y está su vida llena de protocolos sino que cotizan en bolsa los deportistas, los que manejan los negocios grandes de la droga y los políticos corruptos; luego, más abajo, alguno que otro actor que supera los quince millones por película. Nadie habla de perder la juventud trabajando, esforzándose para lograr merecidamente lo que tiene: hablan de “vivir rápido y morir joven”. La adolescencia dura en los hombres hasta los treinta años (tiempo en que les comienza a dar un poco de vergüenza que los parientes los vean jugando con la play 5), y la virginidad es un reto a perderla en el baño de algún bar para las niñas porque pesa no ser como todas sus amigas. Puta ya no es una mala palabra, puta es la que se hace valer aunque todos los precios sean diferentes y ningún hombre les robe la inocencia al mentirles un amor que jamás tuvo; si alguien va a dejar a alguien ha de ser ella llevándose lo poco que ese infeliz tenía: hasta la razón.
Nos despellejamos, eso veo diariamente, hemos hecho normas para vivir civilizadamente pero aquí el más perro es el que come. Nos encerramos a ocultarnos del afuera por temor a lo que somos y aun así…no podemos evitar almorzar o cenar mirando el noticiero que no se guarda recato alguno en mostrar nuestras bestialidades y, como si fuésemos distintos en algo, siempre hay algún pelotudo que dice “pobre gente”.


Cristina A. Bottini

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