
viernes, 16 de agosto de 2013
Quedarse queriendo
Miguel arrastra los dolores de un amor que se le escapó de las manos un día cualquiera sin saber cómo ni cuándo , vive esquivando las valijas que armó también pero que nunca usó para huir con ella y mantiene su lado de la cama como cuando eran dos : sin invadirlo ,ordenado. Desde el abandono solo le salen como paridos los lamentos y las lágrimas y las preguntas que tienen siempre por respuesta algo que él hizo mal, no cabe en esos cuestionamientos -ni por casualidad- la idea de que el amor a ella simplemente se le acabó :que se vació ,que se le consumió en el pecho y en los labios y en la piel como si fuera un artículo con fecha de vencimiento ; un yogur, una fruta… No admite ,siquiera lo piensa, que se puede dejar de amar :¿cómo se hace eso?, ¿cuándo se quita esa necesidad del otro ?, ¿ cómo se borran los besos del cuerpo y las caricias y los sueños que tenían de hacer una vida juntos…? ; no lo sabe. A él le queman la piel los recuerdos como el primer día ,siente las manos llenas de caricias que no pudo darle y eran para ella , ha guardado muy dentro de su pecho cada sueño que supieron tener, cada anhelo , y los saca y los cuenta y hace el balance general de su soledad cada noche cuando el techo se roba su mirada y el desvelo insiste en visitarlo para recordar, solo recordar. A Miguel se le ha ovillado en el pecho el alma y es como un animal dormido que ya no se deja tocar ,que mira con recelo y por lo bajo, que teme y solo quiere dejarse morir en ese invierno que lo ha tomado todo; en esa única estación en la que hiberna esperando que algún día llegue alguna primavera.

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